Todas las personas llevan a lo largo de su vida un diario onírico, y aunque muchos lo van olvidando, otras -pocas- lo cultivan y reviven, según las épocas, los momentos o las vibraciones que les llegan, para plasmarlos en relatos, poemas o novelas.
De entre los muchos recuerdos, desde los tempraneros de Las Palmas a los posteriores en las ciudades de Santa Cruz y La Laguna, allá por los años cincuenta, he querido rescatar los que han aflorado espontáneamente al empezar a escribirlos, sin apenas llamarlos, y que tres personajes, ya mayores, los rememoren.
La nostalgia hace que ya, a una edad provecta, todos ellos suenen inevitablemente como ecos.