Este libro investiga la relación entre maternidad, crianza infantil, cultura y salud, mostrando la importancia de los modelos de crianza infantil en distintas culturas. La infancia es de vital importancia al constituir el germen de las sociedades futuras. Desde el nacimiento los adultos moldean a los niños de forma más o menos consciente, a través del modelo de parto, más o menos medicalizado, el planteamiento sobre su alimentación, sobre cómo deben dormir o cuánto contacto físico es recomendable. Estos modelos de atención y cuidados en la infancia tienen consecuencias en el desarrollo, la salud y las enfermedades de los niños y de los adultos, así como en el grado de violencia de las sociedades en el futuro.
Todas estas cuestiones investiga la ciencia de la etnopediatría, poco conocida en el ámbito hispanohablante, pero con más de veinte años de trayectoria en universidades y publicaciones en EEUU. La particularidad de esta ciencia es su carácter interdisciplinar, al unificar enfoques de antropología, biología, psicología o medicina, aportando una visión integral de la crianza infantil y de sus repercusiones en distintos ámbitos.
Vivimos en una sociedad privilegiada. El desarrollo tecnológico, científico y nutricional en Occidente es enorme. Sin embargo, nuestros hijos no son los más sanos ni, desde luego, los más felices. Miles de niños tienen un horario de actividades diarias que excede la jornada laboral legal en cualquier país europeo. Por otra parte, las consecuencias de este modelo son preocupantes. Estamos rodeados de una epidemia de trastornos y enfermedades en la infancia. Conductuales, como el trastorno por déficit de atención, del espectro autista, hiperactividad, fatiga crónica, depresión, estrés o ansiedad en edades cada vez más tempranas; también alimenticios, como la anorexia, bulimia y sobrepeso. La mayoría tendrá repercusiones en el futuro. Son enfermedades exclusivas de países industrializados. Algo debemos estar haciendo mal.
Tenemos de todo y damos de todo a los niños, pero sólo cosas materiales. Les estamos privando de la presencia de sus padres, del respeto a sus procesos, del juego libre, del tiempo de ocio sin dirección de adultos, de relacionarse entre iguales sin normas externas. Les juzgamos y comparamos permanentemente. No les dejamos ser.
Cada cultura tiene un modelo de crianza y no es casual. La forma de tratar a la infancia tiene una función social. Está destinada a conseguir un tipo de ciudadanos y no otro. Únicamente protegiendo la maternidad y la infancia contaremos con alguna posibilidad de conseguir un cambio en nuestra sociedad.