Feria Libro Tenerife | Antonio Puente Reyes
Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife
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Isla militante. El testamento insular de Shakespeare y Cervantes

Hacia el final de sus vidas, Shakespeare, en La tempestad (1611), su última obra teatral, y Cervantes, en el episodio de «La ínsula Barataria» -de la Segunda parte del Quijote (1615), publicado un año antes de su muerte-  coincidieron en adoptar, curiosamente, un escenario insular. Aunque se trata de islas paródicas y dislocadas –que Cervantes, sitúa, incluso, en el corazón peninsular, en el término aragonés de Alcalá de Ebro- cabe enmarcarlas en el entonces incipiente Nuevo Mundo. En La tempestad, se alude a la proximidad de las Bermudas, y sus protagonistas, Próspero y Calibán, han sido secularmente abordados como arquetipos del conquistador y conquistado. Y Cervantes, que, como está documentado, ambicionó, en balde, algún puesto en las colonias de ultramar, urde su sátira en una ínsula tan disparatada, y con un honrado Sancho Panza como gobernador insólitamente dimisionario, que cualquier vericueto del relato es útil para ilustrar la peculiar «ambivalencia» de las islas que conforman lo que se ha dado en llamar la «Comarca cultural atlántica».

A partir del legado insular de ambos mitos de la literatura occidental, se busca recomponer aquí la ardua fisonomía de unas islas inmersas en lo que Seamus Heaney llamó «los seculares poderes del tormentoso Atlántico»; acaso, porque, a diferencia del Mediterráneo (considerado en ambas tramas como la Tierra Firme de sus duques respectivos),  no es un mar sino un Océano, o, en todo caso, un mar medi-oceánico… Y se contrastan, para ello, materiales de autores insulares de diversas latitudes, desde cubanos, como Lezama Lima y su Teleología de lo insular, Nicolás Guillén o Severo Sarduy…; de antillanos de otras lenguas, como Derek Walcott o Aimé Césaire, quien, en Una tempestad, reubicó la obra de Shakespeare en el Caribe; canarios, desde Cairasco de Figueroa a Agustín Espinosa o Pedro García Cabrera (El hombre en función del paisaje)… a irlandeses, como Joyce,  Beckett o el propio Heaney, quienes, desde su común trastierro, argumentaron la imposibilidad de abandonar la isla. La misma preeminencia del espacio (geográfico) e irrelevancia de lo temporal (histórico) que Cervantes y Shakespeare otorgan a sus islas respectivas, se observa, en efecto, en esa vasta región que André Breton, desde Tenerife a Martinica y a la isla de Manhattan, canonizó, en su Amour fou (1935), como Meca del Surrealismo. Tanto Calibán como Sancho Panza se ajustarían, de seguro, a las cualidades que Joyce pergeñó como propias de los insulares atlánticos: «Silencio, destierro y astucia». Y el humor que prevalece en sus ínsulas es, asimismo, como estipuló también el autor de Ulysses, «wet & dry» («húmedo y seco»).

ANTONIO PUENTE

Antonio Puente (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) es escritor, periodista y crítico literario. Especializado en el periodismo cultural, ha colaborado, y colabora, en diversos medios de difusión nacional, como El País, La Razón, Abc, y en el periódico canario La Provincia. También en revistas literarias, como El urogallo, Syntaxis, Quimera, Serta,  Fetasa, Cuadernos del Ateneo, Frontera-D, Fogal…

En poesía, ha publicado Contrazul (1994), finalista del premio internacional Ciudad de Las Palmas; Agua por señas (2007), en la colección Atlántica de Ediciones Idea; Sofá de arena (2008), premio Pedro García Cabrera, y Ojos de garza, en Mercurio editorial (2015). Sus versos aparecen también en diversas antologías y en el libro colectivo La fiesta innombrable (Baile del Sol).

Es autor de numerosos ensayos, entre ellos De una poética de la escisión. Domingo Rivero en su ‘oficina del mar’, en Mercurio editorial (2016), o, publicados en libros de varios autores, Poesía y posmodernidad, Crítica de la razón comunicativa, El bestiario en la poesía canaria  o Metáforas de la insularidad. En la actualidad es director de Comunicación de la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino.